Otra vez ando sufriendo dolor de escuela.
Es que hace una semana un pibe llevó una pistola a la escuela secundaria. La mostró, se fotografió con ella. Gatilló a sus compañeras.
La noticia cabalgó durante días en todos los hogares.
Asombro, miedo, angustia.
Las voces se agolparon para explicar aquello que irrumpió como bofetada.
Como el tiro no salió, las palabras fueron y vinieron, circularon sin semáforos en distinta dirección.
Pero hubo una que realmente me asombró: la Ministra de Educación dijo que esto pudo haber sido “una picardía, una tontera”.
Banalizar los hechos es un mecanismo de naturalización. Evita el dolor, evita mirar al fondo, evita buscar otras respuestas. Hasta tornarlo trivial, común, insustancial. Quitarle gravedad a lo sucedido. Y nos vamos a dormir tranquilos, porque total el tiro no salió.
¿Se puede explorar otra posibilidad? ¿Pensar seria y colectivamente lo que está pasando con los pibes en las escuelas, y fuera de las escuelas?
Ser niño o adolescente en estos tiempos que corren no es nada sencillo. En un sistema que expulsa y enloquece, que castiga el producto que el mismo genera. Alguien se preguntó ¿de dónde salen los pibes?, ¿los trae la cigüeña?, ¿vienen de otro planeta?
¿Cómo lleva un chico un arma a una escuela, y la gatilla sobre sus compañeras? Así nomás. De repente. ¿De repente?
Una gran pistola pareciera estar gestándose en este sistema capitalista, y apunta sobre los jóvenes. Sólo algunos datos ilustrativos:
En nuestro país el consumo de drogas y alcohol creció un 500 por ciento entre la población juvenil. Mueren siete jóvenes por día, 210 por mes por adicciones. (La Capital del 29/04/2010)
En nuestra provincia el 14% de los adolescentes abandona el secundario. (La Capital, 20/11/2009)
¿De repente aparecieron estas cifras? ¿De repente los pibes se volvieron peligrosos, adictos, vagos que no trabajan ni estudian y se dedican a andar en bandas por las esquinas? ¿De repente se transforman de adolescentes en víctimas o en victimarios?
El binomio pibes y escuela no es un binomio idílico en estos tiempos que corren. Los que transitamos dentro de sus muros lo sabemos bien.
Los que caminamos por ese bordecito, por esa delgada línea de demarcación entre el adentro y el afuera.
Para la Delegación Ministerial local la escuela Belgrano está bajo la lupa. ¿Será para observar mejor? ¿Será para vigilar y castigar? ¿A quién? ¿Al personal directivo? ¿A los preceptores? ¿A los docentes? ¿Culpabilizar a la escuela será la forma de evitar nuevas irrupciones virulentas de ese afuera que estalla adentro tomando cuerpo en los jóvenes cuerpos?
Propongo comprar una lupa para mirar mejor a un sistema sordo y ciego.
Como bien plantea el psicólogo Horacio Tabares (La Capital, 1/ 05/ 2010) seguramente hubo señales que no se pudieron detectar. Cabe entonces la pregunta ¿Por qué no se pudieron escuchar estos alertas? Pienso que la noticia irrumpe, quizá porque dejaron de ser noticia, mucho antes, los llamados de atención, las denuncias y los reclamos. Las denuncias sobre las condiciones en las que se encuentran los chicos, los docentes y las escuelas. La trampa de una supuesta obligatoriedad de la secundaria sin espacio, donde son más los pibes que los bancos, donde faltan cargos de preceptores y docentes, sin equipos interdisciplinarios que permitan una mirada múltiple ante hechos tan complejos y dolorosos.
Mientras tanto, el coordinador provincial de Programas Socioeducativos de Santa Fe, Pablo Nobili, declaró: “Muy pocos casos que trabajamos fueron por chicos que llevaron armas de algún tipo a la escuela. Puedo decir que no más de 15 casos en toda la provincia, no es una cuestión generalizada” (Diario Uno, 27/04/2010)
Escuchó bien: en el 2009 en nuestra provincia, 15 chicos, no más, llevaron armas a la escuela. La perplejidad corre por cuenta propia al leer este dato, arrojado como tranquilizador a la comunidad.
Lejos de calmarme, me alarmo. Quizá la diferencia entre una u otra manera de leer la realidad sea la misma que existe entre declarar sobre la escuela y poner el cuerpo en la escuela. Entre hablar y hacer, ocupar el espacio escolar o simplemente ir de visita.
Afirmar que gatillar un arma en una escuela puede ser una picardía es banalizar un hecho grave. Produce un efecto anestésico sobre nuestra percepción de la realidad. Pero también es una forma de negar los problemas estructurales que se vienen denunciando, una forma de no asumir la responsabilidad que le cabe al Estado para hacer de la escuela una escuela, y no un cerco perimetral donde los pibes estén simplemente “contenidos”.
Otra vez ando sufriendo de dolor de escuela. Pero entre la anestesia y el dolor, prefiero el dolor.
María Beatriz Jouve
Vice-Directora Esc.N°150
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.... infinitas batallas perdidas, infinitas batallas ganadas, infinitas batallas sostenidas en el territorio siempre de infinitos límites y múltiples lecturas de la escuela pública.
¿Qué es una escuela?¿Qué se aprende en la escuela?¿Cómo se vive una escuela?¿Quiénes son sus maestros?¿Quiénes son sus chicos,todos esos chicos altos, petisos, delgados, gordos, pecosos, morenos, rubios, pelilargos, rapados, esos chicos con cara, y manos, y risas y lágrimas redondas como una naranja?... Chicos con nombre propio. Docentes, compañeros, también con nombre propio, que construyen el día a día venciendo a la falta, sobreponiéndose a la falta, peleándole a la falta, luchando sostenidamente contra todo lo que falta. Todo lo que tendría que estar. No renunciamos a decirlo. No renunciamos a denunciarlo. No renunciamos a pelearlo porque tendría que estar. Tendría que existir una infancia de verdad y la oportunidad de una juventud de verdad. Tendría que existir un futuro deseable y la oportunidad de una vida digna para que los adultos responsablemente puedan decidir traer niños al mundo. Tendría que habe pleno empleo, trabajo para todos, viviendas, garantías de salud y educación sin faltas, sin deudas eternas, sin medias tintas, sin más o menos...
Queremos escuelas donde no falten tizas, ni baños, ni salas de música, ni patios enormes, ni pelotas y cuerdas y aros, ni salas de plástica. Queremos escuelas donde con paletas de infinitos colores, y máquinas, y tijeras y papeles y libros hagamos pequeños mundos para hacer un día un mundo nuevo...Escuelas con todos los docentes y no docentes, con todas las asistencias profesionales, con todos los adultos necesarios para “cultivar” a esa infancia hoy en peligro…
¿Qué es una escuela?¿Qué se aprende en la escuela?¿Cómo se vive una escuela?¿Quiénes son sus maestros?¿Quiénes son sus chicos,todos esos chicos altos, petisos, delgados, gordos, pecosos, morenos, rubios, pelilargos, rapados, esos chicos con cara, y manos, y risas y lágrimas redondas como una naranja?... Chicos con nombre propio. Docentes, compañeros, también con nombre propio, que construyen el día a día venciendo a la falta, sobreponiéndose a la falta, peleándole a la falta, luchando sostenidamente contra todo lo que falta. Todo lo que tendría que estar. No renunciamos a decirlo. No renunciamos a denunciarlo. No renunciamos a pelearlo porque tendría que estar. Tendría que existir una infancia de verdad y la oportunidad de una juventud de verdad. Tendría que existir un futuro deseable y la oportunidad de una vida digna para que los adultos responsablemente puedan decidir traer niños al mundo. Tendría que habe pleno empleo, trabajo para todos, viviendas, garantías de salud y educación sin faltas, sin deudas eternas, sin medias tintas, sin más o menos...
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