Farolitos en la Escuela 150

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Farolitos en el patio de la escuela

Llegaron en banda.
Entraron.
Enseguida noté que la risa les inundaba las caras.
Y la pasión las miradas.
Pensé: “Para mí que esta gente algo trama…”
Sospecho que trajeron escondido en sus guitarras al bichito de las ganas,
que picaba a todo aquel que se acercaba.
Traían también una palabra para cada pibe, para que nadie se peleara.
La cosa es que en esa tarde de noviembre la fiesta
se armó entre los muros de la escuela.
Plantaron sus farolitos en el patio,
justito ahí donde un día dibujamos las rayuelas.
En nuestro universo de rutinas escolares
prendieron fueguitos por todos los rincones,
encendieron canciones
para ponerle ritmo de rock a los pies.
A los pies…y también a las cabezas.
Hicimos juntos la tarea…y se nos hizo más liviana.



El viernes 20 de noviembre, ya casi cerrando el ciclo lectivo, tuvimos en la escuela una visita especial: los chicos de Farolitos vinieron a charlar con nosotros.
Llegaron justo para el segundo recreo. Y ahí se produjo el encuentro. La alegría se notaba en las caras y en las miradas. De los chicos y de los grandes. Abrazos, pedidos de autógrafos, canciones compartidas a capela, risas, clima de fiesta en el patio de la escuela.
Los de 6º y los de 7º habían estado preparándose especialmente para la ocasión, elaborando preguntas. Es que poder formularnos preguntas sobre la realidad que nos rodea, es quizá una de las grandes tareas que nos tenemos que plantear desde las escuelas. Y abrir espacios para ir ensayando, junto a otros, nuevas respuestas. Respuestas colectivas frente a esos grandes temas que los chicos pusieron en primer lugar en su agenda de preocupaciones: la violencia, la pobreza, las injusticias, el aumento de la drogadicción. Así que sentados en ronda, circuló la palabra. Había mucha curiosidad, muchas ganas de compartir, de escuchar lo que tenían para decirnos. El compañerismo, el respeto por los otros, por las diferencias, la posibilidad de potenciarnos si nos juntamos, porque uno más uno es más que dos, con perdón de la seños de matemática, fueron algunas de las respuestas que entre todos pudimos ir armando.
Para ir finalizando, porque se nos acababa la jornada, todos los grados disfrutamos de un mini recital: Zum y Argentino fueron los temas que nos hicieron vibrar en el patio de la Colón.
La hora se pasó rápida. Costaba despegarse, daban ganas de quedarse un rato más. Por un día nadie esperaba el sonido de la campana. Pero había que despedirse, los papás estaban esperando a los chicos en la vereda.
Con las ganas de más canciones y de más charlas, los chicos de a poco fueron partiendo para sus casas. Pero en el patio de la escuela todavía persisten los ecos de las voces, de las guitarras, de las palmas. Todavía vibramos frente a tanta energía desplegada.
Sí, aún resuenan los ecos de las palabras dichas, sentidas, pronunciadas. Y brillan las lucecitas de los farolitos, que en esa tarde de viernes, nos encendieron un poco el alma.

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