Una historia desde Cabín 9

Yo trabajo en los arrabales del Rosario de satanás, ahí donde perdió el poncho y de enojado no deja que llegue nada bueno. En Cabín 9, a donde no llegan ni cloacas ni agua potable, con una luz mortesina por las noches (culpa de los enganchados segun las mas altas fuentes del gobierno y sin solución mientras estos menesterosos pretendan en noches de hambruna y frío calentarse con una estufa electrica sin pagar por este servicio). Ahí en un barrio que fue parte urbana de Rosario hasta los años 50 y que en los 60 un gobierno milico enajenó y reasignó a Perez para que esta última tenga 10.000 habitantes y pase a ser ciudad.
Pero en realidad está a 7 kilometros por camino de tierra para llegar a la, ahora ciudad de Perez, por lo que en la practica eso de pertenecer a Perez suena mas a perdida que a empate o ganancia. No hay medio de tranporte púbico directo que te lleve. Para ir lo mas facil es primero ir a Rosario, de lo contrario hay que hacer una serie de trasbordos. En Rosario no te atienden pues juridiccionalmente sos de Perez y te obligan a dirigirte ahí.
El Cabín creció tanto que el barrio solo ya tiene 10.000 habitantes y en el centro geografico está mi escuela , la del barrio, la de todos los pibes. Comenzó a los ponchasos contra el diablo en una casilla de madera que Miguel Angel y Juan Carlos Gauseño armaron junto a las vias para que esos vecinos venidos en su mayoría del Chaco aprendieran a leer y a escribir. Fueron ellos los que metieron una nota en el Ministerio para que allí haya una escuela. Y en el 76 el Ministerio concede la creación de una escuela que llevará por número 1.209 y designa a Marta Simón como primer maestra oficial. Para esa época a Juan Carlos ya lo habían matado ¿en un enfrentamiento? en Granadero Baigorria y a Miguel Angel lo habían desaparecido. Algo habían hecho, militaban en un barrio pobre y olvidado y juntaron firmas para que se construya una escuela.
En el 2.002 al padre de estos chicos el estado le dio una pequeña indemnización por la muerte y desaparición de ellos. Gauseño padre tenía cancer para esa época y a pesar de qué; a su viuda solo le podía dejar una humilde casa y una magra pensión de ferroviario, se acercó a la escuela y donó ese dinero para que la escuela tenga computadoras. La directora le dijo que por el momento computadoras no, porque la luz va y viene y cuando viene parece (diablo) adrede, viene con todo y quema lo poco que anda. Mejor hacemos el laboratorio.
Y se hizo no más, con esos pesos se empezó, y con rifas y mangazos y mucho esfuerzo años después se terminó.
Gauceño padre ya hacía tiempo que había ido al encuentro de sus hijos y no vio el laboratorio terminado y funcionando, pero en la puerta hay una plaquita con el nombre de sus hijos y con el apellido de ese padre nuestro que seguramente está en los cielos.
Un abrazo,
con todo.
Un tal Higinio_maestro