Susana comparte con nosotros un interesante articulo sobre el nacimiento de los cuentos, gracias!.

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Cómo nacen los cuentos

Alicia Morel

Es raro que a alguna persona no le interese una historia de misterio o de aventuras, un cuento que le abra ventanas a otros mundos. Aunque no sepa leer, quiere que lo entretengan y en lo posible, lo maravillen. Es como si la mente humana estuviera hecha para contar y escuchar, para contarse su propio cuento y así tener una historia que lo identifique.

Desde los comienzos, desde la prehistoria los seres humanos transmitieron las cosas importantes que les sucedían, como una manera de entender el mundo y saber qué lugar ocupaban en él.

Mitos y leyendas son relatos que tratan de explicar los fenómenos de la naturaleza y el origen del mundo, de la vida. –

Como entonces no había escritura, el anciano de la tribu o del clan trasmitía a sus hijos y nietos los hechos más importantes que recordaba. De boca en boca estos relatos se transformaban, se enriquecían y así llegaron hasta nosotros, algunos, como leyendas, otros, formando mitologías, como sucedió con los mayas en Méjico, o entre los escandinavos del norte de Europa; también los griegos junto a climas más suaves.

Lo que el ser humano no podía controlar: la fulgurante inmensidad del cielo nocturno, las erupciones volcánicas, las tempestades, dieron origen a los primitivos dioses, dueños del fuego, de la vida y de la muerte: el dios sol, la diosa luna y sus terroríficos eclipses. Los cometas, las conjunciones de estrellas, eran signos de algo catastrófico o benigno que iba a suceder. Los animales salvajes también adquirieron visos divinos, por su peligrosidad y poderío: el dios leopardo y el dios cocodrilo, dueños del fuego y de la vida.

Nosotros, como los hombres prehistóricos, nos contamos también historias, para recordarlas y así poder saber quiénes somos.

Nos preguntamos sobre el misterio de la vida y de la muerte, nos interrogamos si existe un espíritu, un Dios todopoderoso, creador del universo o si en el comienzo hubo un enorme estallido misterioso del que brotaron galaxias, soles, planetas.

Los cuentos nacen de lo que vamos viviendo, de lo que cada uno de nosostros se pregunta, de lo que aprende y experimenta.

Estamos siempre inventando cuentos. Pequeños relatos que nos ayudan a comprender lo que nos rodea desde que nacemos, por ejempo: éste es el papá, ésta es la mamá, aprendo el día, la noche, la luz, la oscuridad. Por último, me reconozco: éste soy yo, el que llora, el que ríe, el que está en el espejo.

Los primeros recopiladores de cuentos reunieron las leyendas y relatos que contaban las “nanas” campesinas, para entretener a los reyes y sus damas. Charles Perrault, por ejemplo, los publicó en un volumen para entrener a la corte del rey Luis XIV ; las hadas se pusieron de moda y las señoras competían escribiendo: entre ellas, la famosa Mme. Leprince de Beaumont, con una de las primeras versiones de la Bella y la Bestia. Los hermanos Grimm, como filólogos, deseaban unificar el idioma de su país: viajaron por todas las regiones alemanas, pensando que podían lograrlo a través de los cuentos populares. Cuando los Grimm reunieron los relatos, comprendieron que habían escrito un libro adecuado para niños.

En las Américas, (norte, central, sur) nuestros cuentos de hadas son las leyendas y mitos de los pueblos originales. Hay una inmensa variedad y belleza en estos mitos, con su verdad como almendra, escondida en las antiguas creencias en dioses y demonios. Imaginaron la creación del mundo y del hombre. Algunos ejemplos: nuestros mapuches creen en un Dios padre-madre y en un dios del fuego, el Cheruve, que vive en los volcanes y remece la tierra cuando se enoja. Los incas creían en el dios Sol. A su vez, los mayas creían que el hombre había sido hecho de maíz. Los haida de Canadá tienen como uno de sus totems o animales protectores, al cuervo, porque creen que les regaló la luz del día “para que nada quedara oculto y se supiera la verdad de todo”.

OTRA COSA ES ESCRIBIR CUENTOS

De sus recuerdos, de lo que ha vivido y escuchado, de sus obsevaciones y estudios, el escritor inventa cuentos, novelas, ensayos. Pero para escribirlos, necesita palabras, lenguaje, expresividad . Los cuentos y leyendas que se leen en la niñez, las experiencias primeras, tarde o temprano, despiertan la vocación de escritor.

Además del sentido de las palabras, para escribir se necesitan otros descubrimientos, otros impulsos, algo que obliga a tomar un lápiz y contar, inventar algo. Algunos comienzan relatando cuentos parecidos a los que han leído. Después se comprende que es necesario ser original, sacar la voz propia; aunque los temas se repitan, todo está en la manera de enfocarlos, de darles el sello personal, el estilo: esto cuesta trabajo, un esfuerzo de la voluntad y persistencia para ponerlos en el papel. También hacer caso de correcciones de amigos y críticos; dar a leer la obra a otra persona, para saber si vale la pena.

El lenguaje escrito hace pensar, por eso hay que leer buenos libros en el idioma propio y en excelentes traducciones. Nunca dar a los niños versiones abuenadas y acortadas de los cuentos maravillosos, porque pierden su magia y atractivo.

También leer a los clásicos, los que han escrito en idioma castellano, porque las traducciones son otra cosa. En nuestro país, los excelentes escritores chilenos algo olvidados, como González Vera, Manuel Rojas, María Luisa Bombal. Los cuentos de Marta Brunet. De los argentinos: Julio Cortázar y Jorge Luis Borges. No tenerle miedo a los ensayos, a los libros de crónicas como los de Joaquín Edwards Bello, y las sencillas y humanas estampas de Daniel de la Vega. O las del maravilloso Juan Ramón Jiménez, de “Platero y yo”.

Sirve contar y leer cuentos.

Es una manedra de poner nombres a las criaturas del mundo, para distinguirlas unas de otras. Así fue en el Génesis, cuando Dios mostró a Adán todas las criaturas para que las nombrara y así las conociera.

También los cuentos y mitos nos enseñan verdades: distinguir el bien del mal, ponernos en el lugar del otro, la importacia de la amistad. conocer otros pueblos y enriquecer nuestro lenguaje; en una palabra, adquir experiencia, eso que es tan difícil trasmitir de padres a hijos.

Sin lectura, sin lenguaje escrito, no hay reflexión: lo decía el filósofo Jorge Millas. Se vive superficialmente, y nos confundimos con la masa, somos gente, no personas. Además, no se desarrolla la inteligencia, la sensibilidad, la imaginación, que nos permite conocer al otro y ser generosos.

Sin la lectura, sin la imaginación que ella nos despierta, crecemos como seres aburridos, egoístas, sin interés por las artes y llenos de temores pequeños y supersticiones.

En resumen, la buena lectura nos regala el mundo y un diseño moral que hace de nosotros seres verdaderamente humanos y trascendentes.

Según Enrique Lafourcade, “imágenes, emociones, sensaciones, si no están “reducidas” a palabras, fijadas, clavadas con el alfiler de una palabra, son brumas, jadeos próximos a la inexistencia”

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Los mitos y los cuentos de hadas

Así como los niños aprenden a vivir contándose cuentos, los primeros seres humanos, los Adanes y Evas nos dejaron sus cuentos, que son los mitos, las leyendas y los cuentos de hadas y dioses.

El hombre, la mujer primitivos, llenaron de espíritus la naturaleza, como una manera de explicarse el mundo que los rodeaba. Había hadas en los árboles, las dríadas, dragones que echaban fuego en los volcanes, ondinas en los ríos, sirenas en el mar, gnomos bajo tierra que cuidaban tesoros. En las colinas estaba el reino maravilloso de las hadas; en los corros que forman los hongos al crecer, estaba la puerta para entrar al reino de las hadas, de donde era difícil escapar. Y si un ser humano lograba salir, había envejecido 100 años, como en el famoso cuento de Rip van Winkle.

Estas historias eran tan importantes, que se trasmitíeron de padres a hijos por cientos de años y así llegaron hasta nosotros, con muchos cambios, porque al no haber escritura, en los tiempos prehistóricos, se agregaban o quitaban detalles, de modo que así nacieron las diferentes versiones de los mitos, leyendas y cuentos.

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